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Publicado el : 20/07/2020 14:39:17
Categorías : Bricolaje , Hogar
Aunque los frigoríficos modernos que se fabrican hoy en día son cada vez más silenciosos, la mayoría de los modelos hacen algún tipo de ruido mientras están funcionando. Se trata de un electrodoméstico que permanece conectado las 24 horas del día, por lo que es normal que suene cuando el compresor que incorpora se pone en marcha y en otros casos.
Sin embargo, lejos de esta sonoridad habitual, es posible que la nevera emita otros ruidos raros o con un mayor nivel de volumen. Si esto sucede, es necesario prestar atención a las posibles causas, ya que puede tratarse de una avería importante a nivel general o que alguno de los componentes esté fallando.
Una de las mejores formas de cuidar el frigorífico y alargar su vida útil pasa por aprender a diferenciar los diferentes sonidos que puede emitir. Entre los ruidos que entran dentro de la normalidad y de los cuales no hay que extrañarse, destacan los siguientes según la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios):
Clics: este sonido es muy habitual cuando el termostato se apaga o se enciende para regular la temperatura, así como también en los modelos que incluyen sistema “no frost” cuando empieza o finaliza un ciclo.
Pequeños golpes: este ruido suele hacer referencia a la contracción o dilatación que experimentan las paredes de la nevera como consecuencia de los cambios de temperatura.
Zumbidos: tanto el motor como los ventiladores del evaporador y el condensador suelen emitir un zumbido cuando funcionan.
Gorgoteos: este es el sonido típico que se produce cuando el fluido refrigerante recorre las tuberías del frigorífico.
Alarmas: algunos modelos están diseñados para que suene algún pitido en el caso de que la puerta se haya dejado abierta o si la temperatura sobrepasa unos grados concretos.
Silbidos: suelen ser muy comunes como consecuencia del aire que circula por el interior de la nevera.
Más allá de los sonidos del frigorífico que se consideran normales, existen otros que pueden avisar de que el electrodoméstico tiene algún fallo. Algunos de ellos son los ocasionados por fuertes vibraciones o los que son demasiado intensos y continuados.
En algunos casos, basta con adoptar algunas medidas para reducir el nivel de ruido, como por ejemplo:
Nivelar bien la base asegurándose de que no existe ningún obstáculo que interfiera entre el electrodoméstico y el suelo.
Los estantes de dentro deben estar bien colocados y sujetos. Además, es importante que los alimentos no estén en contacto directo con las paredes o con alguno de los componentes que se disponen en el interior.
Si la nevera está muy pegada a alguna pared de la cocina, es recomendable retirarla unos centímetros. De esta forma se facilita que el frigorífico tenga una mejor ventilación y es probable que se reduzcan al máximo algunos ruidos extraños.
Es necesario mantener este electrodoméstico siempre limpio, ya que la suciedad y el hielo pueden acumularse en el ventilador y originar un sonido anormal, junto con las posibles averías que puede desencadenar.
En muchas ocasiones, si se desconecta la nevera durante algunos minutos, cuando se vuelve a enchufar es probable que comience a funcionar con normalidad.
Si el frigorífico sigue haciendo ruidos extraños después de haber verificado estos puntos, lo más recomendable es contactar con un especialista o con el propio fabricante si el electrodoméstico aún se encuentra en periodo de garantía. Es preferible que una mano profesional detecte el problema y aplique la solución adecuada para no agravar la situación y poder disponer de este aparato imprescindible en cualquier casa.
Como hemos comentado antes, la limpieza y el mantenimiento de un frigorífico es clave para evitar ciertos contratiempos en su funcionamiento que se manifiestan en forma de sonidos. Por ello, es importante procurar los cuidados adecuados a este electrodoméstico si se quieren evitar algunas averías:
La nevera se debe limpiar a fondo cada 3 meses aproximadamente. Es necesario desconectarla y sacar todos los alimentos para repasar todos los rincones con un paño humedecido en agua y algún producto limpiador. En esta tarea, no hay que olvidar las gomas de las puertas que ayudan a evitar fugas de temperatura.
En los modelos que incorporan fuente de agua o expendedor de cubitos es aconsejable cambiar los filtros de forma periódica, al menos una vez al año.
En la medida de lo posible, se debe elegir un sitio para colocar el frigorífico que esté alejado de una fuente de calor, como puede ser un ventanal con mucha luz, el horno o la vitrocerámica.
La mayor parte de los electrodomésticos del mercado llevan incorporada una etiqueta energética que elabora la UE para clasificarlos según su eficiencia energética con el objetivo de disminuir el consumo de energía en Europa informando a los consumidores sobre las comparaciones entre electrodomésticos e incitando a que las empresas inviertan en el desarrollo de productos más eficientes.
Las etiquetas energéticas llevan incorporado símbolos y números que nos describen diversos conceptos y clasificaciones.
La mínima clasificación energética que los electrodomésticos deben llevar es el A+, aunque en algunos sitios se siguen vendiendo con una clasificación B. Lo ideal sería hacerse con uno que tenga clasificación A+++, los que nos proporcionará reducir costes (hasta un 80%) y ayudar al medioambiente.
La clasificación con la letra G es la menos eficiente y la que más consume, por lo que nos supondrá un mayor gasto energético.
Lo mejor es elegir un tamaño que se adapte a tu espacio y necesidades para conseguir usar eficientemente la electricidad.
Además de la clasificación energética, en la etiqueta también nos muestran apartados como el consumo de energía anual, que se mide en kWh.
En la parte inferior de la etiqueta finalmente nos muestran unos pictogramas que nos idican las características del electrodoméstico, que obviamente variarán de uno a otro dependiendo el que elijamos.