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Publicado el : 01/07/2019 11:39:27
Categorías : Cuidados del jardín , Trucos de jardinería
En muchos jardines es bastante habitual ver una o varias tapas en el suelo que en muchas ocasiones se suele pensar que está relacionado con el sistema de agua, pero es posible no saber a ciencia cierta el papel que cumple. Estos elementos se conocen como arquetas y la tapadera que se ve desde el exterior se encarga de cubrir un depósito de un tamaño pequeño o mediano, cuyo cometido es conectar los conductos que van por debajo de la tierra.
Las arquetas cumplen un papel muy importante, sobre todo, en los sistemas de riego que se instalan bajo tierra. Sin estos artilugios no sería posible tener reunidos en un mismo sitio todos los elementos que conforman la red de aspersión, como los filtros, las llaves, las válvulas, etc.
No obstante, aunque su función principal se produce a la hora de regar un jardín, un huerto o un campo, las arquetas también se pueden emplear en los sistemas de cableado y redes eléctricas.
Por norma general, estas piezas suelen ubicarse enterradas en el suelo y lo que se ve a simple vista es la tapa superior. Esta se puede levantar con total comodidad para tener acceso al interior y realizar los trabajos que sean necesarios, incluyendo la limpieza de toda la suciedad que se pueda ir acumulando. Dado que las arquetas no se encuentran al mismo nivel de la superficie y están tapadas, se previenen posibles accidentes al pasar cerca de las mismas, como caídas o tropiezos.
Además, de esta forma se puede identificar rápida y fácilmente el lugar donde se encuentran para solventar problemas mayores, como los atascos. Si no existieran, el coste de solventar una avería sería demasiado alto como consecuencia de tener que levantar todo el suelo para encontrar el origen.
Lo más común es que las arquetas estén fabricadas de distintos materiales plásticos que ofrecen una gran resistencia tanto a los rayos del sol como a otras inclemencias del tiempo. Aunque pueden existir otras opciones, la gran mayoría de modelos se venden en color verde para que puedan mimetizarse con el terreno. Lo más recomendable es elegir un tipo de arqueta que sea ligera y que incluya un cierre de seguridad con tirador de mano para poderse manejar con mayor comodidad.
Respecto al tamaño también existen diferencias, el cual depende del número de electroválvulas que se vayan a disponer. Así, es posible encontrar algunos modelos pequeños con solo una u otros más grandes que permiten conectar hasta 6.
Según la forma se pueden encontrar arquetas redondas que suelen ser pequeñas únicamente para un grifo o llave de paso, o rectangulares que permiten incorporar entre 3 y 6 electroválvulas.
Además, en función del objetivo que cumplan también se pueden clasificar entre arquetas de paso que se utilizan para unir dos conductos, arquetas sifónicas que suelen estar ubicadas antes de encontrarse las conexiones de la red general de agua o arquetas separadoras de grasas que actúan impidiendo que se viertan productos con este tipo de componente.
En función del modelo que se elija, la arqueta ya está preparada con las perforaciones correspondientes para utilizarse según el número de entradas y salidas de las tuberías. Sin embargo, en función de las necesidades que vayan surgiendo es posible realizar nuevos agujeros de forma manual si el material lo permite.
Para incrementar el potencial de estos elementos, es interesante elegir uno antirrobo, sobre todo si está ubicado en un lugar público, así como colocar rejillas de forma adicional que permiten sanear el terreno. En otros casos, las arquetas también se pueden construir desde cero con ladrillos y añadir una capa de cemento en su interior para conseguir una mayor consistencia.
Es preferible que este trabajo sea desarrollado por profesionales que cuentan con los conocimientos básicos y no emplean demasiado tiempo en conseguir un resultado excelente. Teniendo en cuenta que el correcto funcionamiento de las tuberías depende en gran parte del estado y la higiene en los que se encuentren las arquetas, es fundamental sanearlas al menos una vez al año.
Un mantenimiento adecuado es la mejor garantía para evitar atrancos, malos olores e incluso las probabilidades de que aparezcan todo tipo de plagas de insectos y roedores. Si la suciedad se va acumulando sin que nunca se llegue a retirar, las consecuencias pueden ser de extrema gravedad, alcanzando hasta los conductos limítrofes. Además de los serios taponamientos que pueden tener lugar, los daños en el suelo también son un efecto de la falta de limpieza.