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Publicado el : 27/12/2018 12:15:06
Categorías : Albañilería , Construcción
Elegir el tipo de suelo para la cocina es una de las decisiones más difíciles. El particular uso de este espacio hacen que la superficie esté expuesta continuamente a múltiples factores que terminan afectando a su estado y estética. Dado que la cocina es una de las estancias más prácticas, el pavimento debe responder de la misma manera.
En el suelo de una cocina cae de todo, desde salpicaduras hasta manchas, restos de comida o el impacto de algún objeto que se resbala. Además de ello, también tiene que soportar continuas pisadas de las personas que entran y salen o que cocinan, junto con los cambios bruscos que se experimentan de temperatura y humedad, y la limpieza continua que se realiza para mantenerlo en unas condiciones de higiene óptimas.
Por ello, es interesante conocer las opciones que existen y escoger el mejor suelo para la cocina con el objetivo de ahorrarse disgustos. Es fundamental que el material aguante estoicamente el trajín de esta estancia y que además se mantenga intacto durante muchos años. Así, funcionalidad, comodidad y resistencia deben ser las claves para elegir este pavimento.
Se trata del suelo para cocinas por excelencia debido a que es un material con multitud de ventajas. Entre ellas destacan su impermeabilidad, dureza y resistencia a la humedad, el calor y los químicos de los productos de limpieza. Además, su fácil mantenimiento es un punto positivo a la hora de tomar la decisión.
Lejos quedaron los diseños propios de las cocinas más clásicas para dar paso a otros modelos renovados que consiguen conquistar las viviendas de nueva construcción. En la actualidad es posible encontrar infinitas opciones de acabados, con baldosas de múltiples tamaños, colores y dibujos.
Los suelos vinílicos para la cocina ofrecen múltiples posibilidades de acabados, diseños y texturas. Pese a que tradicionalmente se consideraba un material de mala calidad, hoy en día se puede colocar en este espacio de la casa con plenas garantías. Entre sus principales ventajas se encuentran su bajo precio en comparación con otros tipos de suelo, la facilidad en el montaje, un mantenimiento sin demasiadas exigencias y una gran resistencia. Asimismo, el PVC es un interesante aislante acústico, por lo que además de cumplir su función, tiene otro valor añadido.
El vinilo es una de las opciones más demandadas cuando se trata de pequeñas reformas sin obra debido a que se puede colocar directamente sobre el suelo original. Si se elige en formato adhesivo es recomendable aplicarlo bien para evitar que se levante con el paso del tiempo, excepto en aquellos hogares con calefacción radiante donde se desaconseja su instalación.
Son uno de los suelos más prácticos para las cocinas gracias a su dureza y resistencia a todos los desafíos que se presentan en esta estancia. Es un material fabricado con una base de baldosa cerámica prensada en seco y por ello, es altamente compacto y duradero. Aunque su precio es algo superior que en otros casos, su calidad es inigualable y estéticamente es una de las mejores alternativas.
Se puede encontrar en una amplia gama de colores y acabados, e incluso existen modelos que son antideslizantes para evitar resbalones.
Este material de la naturaleza nunca pasa de moda y se puede colocar en cualquier cocina, independientemente del estilo. Entre las piedras que mejor responden en este contexto destacan la pizarra, el granito y el mármol, que aparte de su resistencia, aportan una belleza increíble.
Las características que presenta la piedra natural son impermeabilidad, dureza y durabilidad. Hay que tener en cuenta que, si la superficie es irregular, las tareas de limpieza resultan más complicadas. Sin embargo, un suelo de piedra natural es casi para toda la vida, ya que va adquiriendo una mayor elegancia a medida que pasan los años.
Se trata de una alternativa de suelo natural y sostenible que se fabrica a partir de aceite de linaza, resinas naturales y polvo de madera o corcho, por lo que, a diferencia de otros materiales, el linóleo es biodegradable. Se instala fácilmente para ofrecer una extensa vida útil, aunque se debe encerar cada cierto tiempo para que se mantenga intacto.
Lejos de lo que se tiende a pensar, este tipo de suelo es perfecto para aquellos espacios con mucho tránsito y gracias a su aspecto original, se suele colocar en viviendas donde se busca un estilo diferente. Además, se limpia con suma facilidad y suelen ser antideslizantes.
Aunque la madera no es el material más aconsejable para las cocinas, su apariencia lo convierte en irresistible para estar presente en cualquier estancia. Ya sabemos que la madera requiere una serie de cuidados para conseguir que se mantenga en buen estado, por lo que muchas personas optan por los suelos laminados, una alternativa que imita su estética pero que necesita un mantenimiento menor.
Estos dos materiales ofrecen una calidez al espacio que no se puede comparar con nada, pese a que en el caso de la madera es superior. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no resisten demasiado bien la humedad y el agua, así como las caídas de objetos.
La estética que aporta el microcemento no es apta para todos los públicos, pero a pesar de ello, es un material todoterreno. Cuenta con una gran capacidad para adherirse a cualquier superficie, por lo que resulta muy práctico para aplicarse sobre suelos antiguos.
Para evitar posibles accidentes en la cocina es recomendable aplicar una capa impermeable y antideslizante sobre el microcemento para que adquiera estas propiedades. Es importante contactar con un profesional para que realice su colocación, ya que, si no se realiza correctamente, los defectos son bastante notorios. El resultado que se consigue es un suelo uniforme y continuo sin ninguna junta, que se puede limpiar cómodamente y que aguanta cualquier impacto.
Este tipo es uno de los grandes protagonistas de las cocinas modernas que recuerda a las baldosas artesanales. Sin duda es la alternativa idónea cuando se busca añadir personalidad a la cocina, aunque por sí sola no es la más conveniente para estas estancias. Con el objetivo de que resista el ajetreo diario, lo más aconsejable es sellar la superficie porosa para que no se dañe durante los primeros días.